LA POBLACIÓN ROMANCE EN AL-ANDALUS

Cualquier español consciente de su historia sabe que  la etapa musulmana comienza con las primeras (y exitosas) incursiones de Tarik ben Ziyad en el 711  y que termina tras la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

Pero tras esta simplificación de los “ochocientos años de dominación musulmana” se esconde una realidad mucho más compleja y heterogénea. Para empezar, sólo en la alta Andalucía ese dominio duró esos casi ocho siglos, pero precisamente por ser una región de fuerte impronta orográfica y con elementos rurales muy aislados, dicho dominio tardó en concretarse.

En el Valle del Guadalquivir, la etapa se reduce a quinientos y pico años, en la zona central de la meseta a unos trescientos y en las regiones del tercio norte peninsular a un lapso que va desde unas pocas décadas a poco más que nada. Sean o no fiables, y de ello se hablará más adelante, los libros de repartimiento reflejan una práctica sustitución de la población musulmana por la de los conquistadores castellanos desde la cuenca del Duero a la del Guadalquivir. El hecho de que las fuentes no desmientan esto  implica que, o bien es cierta dicha sustitución, o bien no lo es pero el remanente cultural anterior tendió a hacerse invisible o marginal.

Durante la primitiva invasión los contingentes de tropas no superaron las 12.000 almas y el total de las primeras oleadas que pusieron bajo el mando del gobernador de Ifriqiyya al 75% de la península ibérica rondaron los 80.000. Conforme se afianzaba el control de Hispania en manos musulmanas, y más aún cuando se instauró el emirato de Al Andalus, llegaron a la península miles de inmigrantes procedentes de Yemen o Siria, pero la mayoría de los llegados procedían del norte de África. Finalmente, tras esos ocho siglos de presencia musulmana en distinto grado, se calcula que el total de población procedente de la península arábiga y Siria no superó el 2% del total de población hispano-goda de acogida y aún un 8% más supondría el contingente que andados los siglos fueron llegando desde el norte de África, sobre todo de regiones de población predominantemente beréber.
No es de extrañar que los cronistas árabes registrasen casos en los que en los tribunales  e incluso en las audiencias de los califas, apareciesen elementos del pueblo llano que necesitasen de traducción por no hablar más que la lengua romance o que en fechas tan tardías como el siglo XI el rey de Sevilla Al Motamid ben Nussayr desposase a una “Rumaiqiyya”, es decir, una romanoparlante.

Todo este panorama nos aleja de la simplista visión de un país conquistado de un día para otro que  cambia de lengua y religión como de denominación, y que al ser reconquistado esa limpieza étnica es revertida hasta volver a correlacionar raza, lengua y religión. Lo que se nos presenta en su lugar es un país gobernado por una élite extranjera que impone lengua y religión oficial, pero que muy probablemente conserva durante los primeros siglos la lengua del 90% de la población de origen, aun cuando sea en un estatus de bilingüismo e incluso ambilingüismo.

Sabemos que las invasiones de almorávides y almohades incidieron de manera muy negativa sobre ese sustrato  de origen hispanorromano, como también sabemos que los primeros testimonios escritos del castellano aparecen pocas décadas después de que los mozárabes fueran expulsados de las regiones meridionales. ¿Son los textos de San Millán de la Cogolla nietos de las jarchas mozárabes que remataban las moaxajas de los poetas del siglo XI? Pudiera ser.

Tampoco debemos confundir el verdadero sentido de la palabra “mozárabe” que no tiene contenido lingüístico alguno, sólo religioso. Sabemos que la mayoría de los hablantes de romance que practicaban la religión cristiana  fueron expulsados de Al Andalus, mas no tenemos derecho a sospechar de aquellos buenos musulmanes cuya fe coránica fuera públicamente conocida pero que pudiesen manejar en la intimidad la lengua romance: La expulsión de escoceses católicos a Irlanda no dejó Escocia sin hablantes de gaélico.
¿A qué viene esta disertación histórico-demográfica? Ha sido necesaria para hacer entender que en los siglos de dominación musulmana Hispania no se incorpora de manera pasiva al Dar-al-Islam, sino que el potente sustrato hispanorromano acaba por reinterpretar la cultura dominante hasta hacer surgir una cultura que en algunos autores adopta el nombre de arábigo-andaluza y en otros andalusí, pero que en todo caso pone el énfasis en la continuidad  y el mestizaje que configurará una civilización propia reforzada por el hecho de la independencia política durante los primeros tres siglos.

1 comentario:

  1. Un estudio histórico muy interesante y acertado y que despeja muchos tópicos ajados. Sería mucho de agradecer que si es posible aportase bibliografía consultada. Muchas gracias por el magnífico trabajo.

    ResponderEliminar